Valorado como uno de los mejores naufragios de los últimos años, el Carmen Fabiana sigue siendo un buceo retador y excitante. Para quienes hemos compartido con César Navas, el “padre de la criatura”, sabemos que le dice por cariño, “El Carmela”.
Este sábado estuvimos visitando las costas de puerto cabello Jesús Ampueda, Carlos Jiménez, Carlos Rodríguez, Yorka Carvajal, Gabriel Vegas y yo. La tienda de buceo nos prestó su servicio como operadora y Juanito (como siempre le dice el maracucho) fue nuestro capitán a bordo del tiempo.
Con un mar relativamente tranquilo, hicimos 50 minutos hasta guabinas, donde nos recibió un azul “normal” que nos hacía saber que la visibilidad estaría regular. Notamos con inquietud al sur de la bahía, una red colocada por los pescadores para atrapar los peces que remontan por el arrecife.
Ay Carmela…
Luego de dar el brief, Juanito marcó el barco, nos dispusimos a bajar. El plan de inmersión era sencillo, descender por el cabo, ir hacia la popa donde recorrimos el pasillo que va de la popa a estribor para luego ir hasta la popa. Como nunca falta un imprevisto, una de los cabos con los cuales se sostiene la red, fastidió marcar el barco. ¿El resultado? Cuando llegamos al fondo el “rezón” estaba a la deriva.
Menos mal que la visibilidad estaba regular y que nos orientamos un poco, navegamos hasta ver la “mancha” oscura que produce el barco. Menos mal que no perdimos la inmersión.
Seguimos el plan de inmersión tocando una profundidad máxima de 37. 5 metros. Llegamos a la placa y la computadora ya marca 1 minuto para tiempo de no descompresión. Chequeamos aire y todos tenían medio tanque, así que iniciamos el ascenso a 18 metros navegando hacia la pared. Tardamos unos 10 minutos hasta que llegamos a ver las defensas del gran roque.
¡Qué dientes!
Como siempre he dicho, el gran roque nunca nos deja mal. Siempre tiene alguna sorpresa interesante. Caballitos de mar, peces ángeles, uno que otro mero de tamaño aceptable nos han hecho disfrutar buenas inmersiones. Pero esta vez había un visitante que nos peló el diente.
Navegando por la cubierta de estribor, me pasó por lado (como quien te dice aquí mando yo) una barracudita de unos 50 cms que me peló le diente. La verdad no le paré mucho, me quedé estático y ella continúo su paseo.
Momento Kodak
Estando en la cubierta de proa, buscando tomar algunas fotos, de pronto se me apareció de nuevo la picúa, pero esta vez se quedó posando para mi cara (sin dejar de mirarme con mala cara). No desaproveché la oportunidad pero no niego que en un momento me hizo tragar de susto, cuando me miró de frente nadando hacia mí, para luego “huír” por la izquierda. La foto valió el susto.
Una aventurita
Una de las cosas que siempre me ha gustado es hacer buceo de aventura. Visitar lugares que pocos han buceado. Para hacer esto se deben tomar en cuenta algunos detalles, uno de los más importantes es tus compañeros de buceo.
Así que no dudé en decirle a Juan en que no “botara” en el arrecife que comienza al final de la montaña Punta cabeza de tigre (creo que así es que se llama) y que termina en la ciénaga. Pues debo decir que me encantó este buceo. Abundantes corales blandos, corales cerebros, abanicos, rayas, tembladores y un cardumen de picúas hicieron valer la inmersión.
No puedo dejar de mencionar que me moría por bucear para estrenar chaleco y regulador nuevo. O buceaba este fin o buceaba.
Miguel Blanco
Adrian
Yo viaje en ese barco , cuando niño , mi papá era capitán de ese navío tengo la campana original de bronce , el segundo incendio acabo con el barco , cuando se incendio la primera vez estaba abordo , del barco íbamos a San Martin porque exportaban cemento y casa pre fabricada a esa islas