Era sábado en la tarde y mi compadre Gabriel Vegas me dijo «¿buceamos mañana en Quintay?» Cómo fanático del buceo era imposible negarme a la invitación. Temprano del domingo, ya estamos listos para salir rumbo a nuestro destino.
Quintay es un pequeño pueblo a 112 kms de Santiago de Chile. Llegar a la Caleta (como le dicen a la bahía en Chile) es una sorpresa, después que sales de la vía principal y tomas una carretera rodeada de bosques, de pronto se asoma el azul del mar, a los pocos minutos vez algunas casas y de pronto, zas, llegas a la bahía.
A pesar de lo pequeño, es un lugar muy concurrido, tiene 3 operadoras de buceo, nosotros buceamos con Austral Divers a quienes habíamos contactado previamente. Hay varios restaurantes, un muelle que están terminando de construir y una construcción que queda al
sur, una antigua fábrica que existió allí.
El Fraile
Llegamos a las 9.30 y nos ubicamos en la operadora, alistamos nuestros equipos y el staff de Austral se encargó de llevarlo al bote. Nuestro primer destino, El fraile que es un bajo que sobresale a superficie. Está formado por un conjunto de piedras que generan callejones y pequeños túneles.
El plan fue hacer un buceo multinivel con una profundidad máxima de 32 metros, aunque en este punto se puede bajar más. Una vez que llegamos lanzaron el ancla y entramos a al agua.
Yo por su puesto continuo buceando en sidemount, ya sintiéndome más cómodo usando guantes y capucha 5mm. Cada experiencia de buceo es diferente, buceando a 12 grados con traje húmedo, las inmersiones son cortas y mi cuerpo me avisa cuando empiezo a enfriarme.
Iniciamos el descenso por la línea, visibilidad regular, unos 8 metros, mientras usaba de referencia la línea, discretamente fue apareciendo el fondo, crestas de roca decoradas con esponjas de mar y estrellas. Mi linterna me alumbraba el camino, permitiéndome descubrir los colores rojizos, amarillos que se esconden en la profundidad.
Callejones que me transportan a otro mundo, sueño despierto mientras buceo, fluyen las burbujas y el sonido me recuerda que estoy es mi espacio submarino, a los 20 minutos de inmersión mi cuerpo se encarga de avisarme que debo empezar a subir, debo salir a la superficie donde vivo en dos dimensiones.
El Falucho, sorpresa
Luego de un intervalo de superficie de una hora nos alistamos para nuestro segundo buceo. El falucho es un barco ballenero que está posado en un fondo arenoso a 15 metros de profundidad. Era parte de la flota «Indus» que fue una fábrica de de aceites y productos derivados de la caza de ballenas.
A pesar de ser un barco con muchos años hundido, no sé cuántos pero por sus condiciones deben ser más de 60, está navegando sobre su quilla, sus paredes de estribor y babor ya se han deteriorado con los años, solo queda un esqueleto el cual es ideal para poder pasar el barco de un lado al otro sin peligro. Es un sitio ideal para tomar fotos y practicar flotabilidad.
Luego de recorrer por varios minutos el barco, nos movimos hacia el bosque de algas que danzaban suavemente con la corriente, el frío nuevamente avisó que el tiempo de
fondo se terminaba para mí, así que le hice la señal a Sofía y a Gabriel que iba a ascender. Dos buzas que estaban en la inmersión también estaban ascendiendo así que nos unimos para terminar el buceo mientras los de demás siguieron.
Cuando estábamos en el bote, esperando que salieran, noté algo en la superficie, era un lobo marino juvenil, se acercaba, se alejaba del bote, se hundía, volvía a la superficie. Yo lo único que pensaba era «ojalá este pequeño juguetón estuviera cerca del divemaster, Gabriel y Sofía».
Cuando salieron su sonrisa lo decía todo. -Lo grabé y le tomé fotos dijo Sofía. Qué sorpresa tan agradable esta «Danza con Lobos«.
Los secretos
Luego de lavar nuestros equipos, mientras se secaban, comimos en un restaurante cercano. Muy lindo el lugar, pero personalmente considero que estuvo costosa y no tan buena la comida.
A pesar de lo pequeño de la bahía, en su extremo sur se esconde un secreto. Allí se ven unos galpones, un faro y unas ruinas de lo que fue la fábrica Indus.
En 1943 fue inaugurada en Quintay Indus, la cual fue la mayor empresa chilena dedicada a la caza de ballenas y a la producción de productos derivados de estos cetáceos.
La costa de Quintay se caracteriza por tener una zona de surgencias, que son corrientes de aguas frías, limpias y ricas en nutrientes. Esta condición hace propicia la abundancia de biodiversidad lo cual se traduce en una pesca fructífera y que especies de ballenas visiten la zona.
De allí que la Indus se ubicó en Quintay. Tras 24 años de operaciones, la fábrica cerró en 1967. Fin de contrato, restricciones mundiales y firmas de acuerdos para la protección de las ballenas por parte del gobierno de Chile fueron los motivos.
Los habitantes de Quintay han hecho una fundación para rescatar las instalaciones y convertirlas en un museo que apoya a la conservación de las ballenas. Adicional la Universidad Andrés Bello creó el Centro de Investigación Marina Quintay (CIMARQ), con la finalidad de entregar las competencias, habilidades y conocimientos técnicos vinculados a los recursos marinos, su estudio, exploración y conservación a sus alumnos y habitantes de la zona.
Si vas a Quintay no dejes de visitar este museo, retrocederás en el tiempo, sentirás un poco de rabia por el daño que ha hecho el hombre a la naturaleza y te volverás un enamorado de las ballenas.
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Miguel Blanco
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